Comencé a publicar unas historias en mi cuenta de Instagram donde desafio los “mitos” que giran alrededor de la pérdida.
El primero, habla del llanto y de este consejo que yo escuché tantas veces: “no llores…” la razón que me daban podía variar pero siempre venía a desestimar al llanto. En realidad, la verdadera razón es “no llores, que me incomoda tu llanto” nadie lo dice pero estoy convencida de que es la más honesta de las razones.
No mucha gente sabe lidiar con el dolor ajeno, apenas y pueden con el suyo. No es falta de amor ni empatía, a veces puede haber exceso de ambos.
Mi mamá solía pedirme que no llorara, nunca me lo dijo, pero estoy segura de que no sabía qué hacer con mi dolor. Aprendimos juntas a ceder y encontramos un punto medio, yo lloraba pero sin desespero y así ella no se angustiaba. Eso sí, nunca me dejó llorar sola.
Yo los invito a llorar cada vez que lo sientan necesario, a llorar con gritos, con desespero, sin miedo al ruido ni a los mocos. Llorar libera y sana.