Hace unos días le envié un mail a una de mis participantes de terapia y le escribí “nada de lo que hagamos va a ser una curas express”, me referia especificamente a los ejercicios o actividades que le sugiero hacer. Es cierto que alivian, ayudan y mejoran diferentes aspectos en nuestro duelo, pero nada es una cura inmediata.
En el duelo hay que tener paciencia, eso sí, paciencia activa. Nada de sentarse a vegetar esperando que el tiempo lo cure todo, el tiempo no cura nada. Lo que cura es desafiar al dolor, ponerle la cara y verlo a los ojos.
Conviene volvernos unos retadores del dolor, porque temerle y escondernos de él solo le da fuerza, se agiganta, se crece, se valentona y nos acorrala. Al dolor, como a los enemigos, hay que tenerlo cerca, para darle forma y límites, para permitirle el acceso a nuestra vida pero no en exceso.
Seamos valientes y tengamos miedo, seamos fuertes y sintámonos débiles. No podemos llegar a uno sin el otro.